En México el término “ladino” se utiliza para referirse a una persona engañosa o para expresar cierto estado de incertidumbre. Ladino es la palabra que escoge Yuri Herrera para describir la ciudad fronteriza. Una que, según el escritor mexicano, ya no solo responde a la delimitación política. En esta entrevista publicada en Afpunmapu/Fronteras/Borderlands. Poética de los confines: Chile-México (2015), Herrera habla del concepto de la frontera portátil (movible) y de la modificación del lenguaje en la literatura fronteriza producto de la multiculturalidad y la violencia.
El autor de crónicas, cuentos y las novelas Trabajos del Reino (2003), ¡Éste es mi Nahual! (2007) y Señales que precederán al fin del mundo (2009) comparte con los entrevistadores la visión de una frontera que ya no solo se define por los espacios físicos, un allá y un acá, “dos sistemas de leyes, dos formas de hablar”. La ciudad fronteriza de hoy no se divide en dos, es una ciudad múltiple, de constante flujo de hablas e identidades debido en parte a las olas migratorias nunca antes vistas y también a las nuevas tecnologías.
Se emplea, entonces, la metáfora de la frontera portátil (móvil), en donde el Estado ya no se termina en un lugar mientras otro empieza. La ciudad fronteriza de hoy también resalta la debilidad y la corrupción de los Estados. “La frontera es lábil, no sólo en términos de cuanta gente pueda escabullirse a través de ella, sino que es lábil culturalmente y, sin lugar a dudas, es lábil financieramente”. La paradoja consiste en que las personas no pueden moverse libremente de un Estado a otro, pero sí lo hacen los capitales que fluyen con absoluta impunidad en las fronteras. El llamado “Estado fallido” ya no puede garantizar la seguridad de sus ciudadanos, mientras las grandes corporaciones —tanto las legalmente establecidas como las criminales— sobrepasan las leyes nacionales.
Es en este clima donde la violencia, el miedo y la tragedia interfieren en la identidad fronteriza. La criminalidad produce toda una industria de manifestaciones culturales, como cine sobre la violencia y narcotráfico—que el escritor denomina “pornografía de la violencia”—, producción literaria o una serie de textos desde el mundo de la no ficción que dan testimonio de cómo las personas viven la violencia en las fronteras, especialmente las mujeres maquiladoras o las bandas de jóvenes que han sido orillados a ser este lumpen “que vive al margen y que a nadie le importan”, reflexiona Herrera.
Al ser consultado sobre qué mecanismos deberían ser visibilizados por la literatura en el contexto de fronteras, Yuri Herrera se niega a imponer una agenda. Sin embargo, incita a explorar en cómo a través del lenguaje generamos nuestro propio entendimiento del mundo. Más que una herencia intocable a la que venerar propone que el lenguaje sea un acto creativo que nos permita descubrir el poder de las palabras. La literatura, comenta, debería ofrecernos “herramientas para ser un ciudadano reflexivo”, consciente de su lugar dentro de la sociedad y los lenguajes que lo dominan. “Me parece que una de las cosas que hay que hacer es desnudar el lenguaje del poder, desnudar la manera en la cual se nos manipula (…) seguir buscando maneras de hablar de nuestros problemas, de las tragedia e inclusive de las cosas que nos hacen felices”.
Texto reseñado: La frontera portátil. Entrevista a Yuri Herrera por Montserrat Madariaga y Christopher Uribe.