Con su característica cabellera rubia ondulada y a través de Zoom, me reúno con Andrea Jeftanovic, destacada escritora chilena que cuenta con siete libros bajo su brazo. Atravesada por la escritura, la maternidad y una genealogía de personas migrantes, da paso para conversar con Literatura de Fronteras sobre la escena literaria en Chile, la escritura de mujeres y el fenómeno de la migración.
Andrea estudió sociología en la Universidad Católica e hizo un Doctorado en literatura hispanoamericana en la Universidad de California, Berkeley. Actualmente es profesora de la Universidad de Santiago.
LF: ¿Cuándo empezaste a escribir?
A: Desde la adolescencia hacia adelante. El inicio fue una escritura privada, lo que hace toda joven: escribir en un diario de vida. Luego cuando empecé a asistir a talleres literarios en la época universitaria, pensé más en serio en el oficio de la escritura y la posibilidad de ser autora, publicar libros y entrar en ese mundo, participar en ese circuito. Yo no fui una escritora precoz, mi primera novela fue a los treinta años. Venía escribiendo desde hace tiempo.
LF: ¿Cuáles fueron tus referentes en los inicios de tu carrera como escritora?
A: Uf tantos. Me acuerdo mucho de Virginia Woolf, fue como “wow, se puede escribir así”. Se puede de algún modo llevar al lenguaje el mundo íntimo, las voces interiores, sobre todo las voces de las mujeres, la perspectiva de las mujeres. La fragilidad, lo coral. También me acuerdo de autores que fui tomando al azar, por ejemplo, Hermann Hesse. Me impactó muchísimo la escritura post holocausto. Todos los autores desde Ana Frank hacia adelante, todo lo que se podía escribir de un momento tan crítico, violento, de situaciones límites y de qué modo el lenguaje podía dar cuenta de eso.
LF: ¿Qué opinas que hoy en la literatura chilena, existan mujeres jóvenes como Paulina Flores y Arelis Uribe, que están posicionándose dentro del mundo literario? ¿Crees que el escenario actual es distinto al de hace unos años atrás para una mujer escritora?
A: Puede ser un poco más favorable, me parece que los catálogos de las editoriales, de un modo todavía imperfecto, tienen más espacio para las autoras. Antes se cumplía la cuota. Pienso que este camino está pavimentado por mujeres escritoras como Ana Maria del Rio, Diamela Eltit, Maria Luisa Bombal, Eliana Navarro, Guadalupe Santa Cruz.
Siento que siempre las autoras tenemos que pensar en esa genealogía más que en las actuales y de moda. Para mi es super importante que el feminismo y el lugar de la literatura escrita por mujeres en Chile y Latinoamérica es pensar en las precursoras. Hemos olvidado nombres super potentes como Marta Brunet, la misma Lucía Guerra. En Chile curiosamente tenemos una tradición enorme de mujeres, autoras muy buenas, el problema era que sus libros no se encontraban.
Tal vez ahora las editoriales están más atentas a las mujeres, a la pluma de mujeres, antes había una cosa media reduccionista, de que se leía a una autora y se creía que todas escribían igual.
Tal vez ahora las editoriales están más atentas a las mujeres, a la pluma de mujeres, antes había una cosa media reduccionista, de que se leía a una autora y se creía que todas escribían igual. No había una confianza en esta heterogeneidad de registro que si hay en los autores hombres. Las mujeres no porque sean mujeres van a escribir del mismo modo o las mismas temáticas, así que creo que ha sido una ardua lucha por ser incorporadas al cánon pero esto del cánon es también imperfecto porque todavía en las lecturas escolares lo que es la lectura obligatoria y la biografía universitaria, se sigue leyendo más hombres. Puede que los nombres de las mujeres circulen más pero estamos lejos de la paridad, muy lejos.
LF: En esa misma línea, desde el mundo literario se sigue escuchando ese estigma y prejuicio de que hay una “literatura de mujeres”. Separan la escritura de mujeres de la literatura en general.
A: La literatura hecha por autoras es igual de universal que la literatura hecha por hombres. Antes se le pensaba como un compartimiento, como literatura de mujeres sobre mujeres, las mesas redondas eran solo de mujeres y la antología solo de mujeres. Por un lado, entiendo el intento de visibilizar, yo misma participé mucho en estas iniciativas pero también creo que es importante siempre recordar lo que tu dices, la literatura es universal.
LF: ¿Cómo es el día de una mujer escritora? ¿Cuál es tu rutina?
A: Como la mayoría de la gente que se dedica a la literatura y que no es superventas, tengo que trabajar en algo más. Soy profesora jornada completa en la Universidad de Santiago, soy académica del departamento de Literatura y Lingüística, hago clases en pre y posgrado, de modo que el tiempo que tengo para escribir es muy poquito.
Lucho contra ese tiempo, le robo tiempo al tiempo. Tengo familia, tengo dos hijos, tengo que trabajar, tengo que tener seguro de salud, etc. De modo que escribo muy temprano en la mañana. Antes era una escritora nocturna, pero con los horarios de los chicos de la escuela, me transformé en algo que jamás pensé que me iba a pasar.
Escribo todo lo que puedo, publico lento. Me demoro mucho entre libro y libro, no es fácil combinar. No me ha sido fácil siendo super honesta la crianza, el trabajo jornada completa y la escritura pero algo he podido hacer desde los treinta hasta los cincuenta años ya que he publicado 7 libros.
La escritura fuera de las fronteras
LF: Destinos Errantes es un libro de crónicas sobre viajes. ¿Por qué narrar y plasmar viajes?
A: Destino Errantes es una crónica de viajes ficcionales, muy hibrido el género, muchas de las cosas que ahí escribí, no me sucedieron, las imaginé, las temí, las fantaseé, me interesó mucho eso de las autoras que es ser un poco irreverente con los géneros, creo que los géneros literarios nos sirven de cierto marcos.
Primero tenía esa inquietud sobre la escritura íntima. Ha sido una condición histórica de las mujeres y también de las autoras que han escrito sobre las vidas domésticas, de cuatro paredes. Entonces con esa inquietud de la escritura más encerrada, quise pensar en la mujer viajera, en el sujeto viajante y también quise pensar en la escritura fuera de la casa. Quise pensar en la mujer caminante, esta tradición del flâneur. Además de pensar en lo fronterizo, de ir a lugares conflictivos, o ciudades donde tu biografía entra a lugares fronterizos y de cambios, confusión.
Este libro integra crónicas que escribí en veinte años. De algún modo, ha sido un libro que ha acompañado a mis otros libros. Para mi era interesante el arco de tiempo porque también incluyó la experiencia de viaje real, de traslado, desplazamiento
La escritura requiere un desplazamiento de una misma
LF: En Literatura de Fronteras hicimos una compilación de mujeres escritoras que han migrado y pareciera que en el oficio de la escritura, las fronteras y el migrar están conectados. ¿Cuál es tu opinión?
A: Absolutamente. Aunque una se quede acá, la escritura requiere un desplazamiento de una misma. Requiere una desorientación, pensar un espacio, el lenguaje, el espacio, el tiempo, son tantas dimensiones interconectadas. Requiere salir del mundo que una salió, la clase social, el lenguaje que te fue enseñado, por ende la escritura de por sí es cruzar fronteras y más aún, con toda la carga cultural de los roles sociales. Imagínate nos quedamos en el rol que se nos fue asignado culturalmente a las mujeres. Viajar da libertad para una mujer. Mucha libertad. Es una exploración. Cada vez que he viajado sola ha sido un aprendizaje.
LF: Cada país tiene una historia, políticas, conflictos lo que es súper complejo ¿Como abordas esto en tus escrituras? ¿desde qué punto lo planteas?
A: Desde un punto de vista intimista justamente. Por un lado, investigas mucho en cada uno de los lugares. Sobre el conflicto Perú-Chile tuve que acudir a archivos históricos, a la “historia oficial” y después tuve que ver de qué modo eso producía ecos en mi más íntimos, más subjetivos y cómo los podría llevar al lenguaje.
Para mí, como escritora tengo ese vicio que uno conoce muy bien las culturas a través de sus escritos y sus libros emblemáticos. Ahí hay una pulsión. El secreto de los pueblos está en su literatura. Para mi es un modo tan válido de conocer como cuando una visita un lugar y viaja, o cuando lee una enciclopedia. Rescato mucho sobre los ecos internos, de la microhistoria.
LF: ¿Qué es lo más importante o tu fin al momento de narrar un viaje? ¿Plasmas el viaje desde un hecho anecdótico o una transformación?
A: Lo dije en alguna de las crónicas. El tema de la alquimia, de cambiar de materia, de cambiar de punto de vista, eso es lo más desafiante de un viaje. No todos los viajes que hice ameritaron un texto, soy bien patiperra, me gusta mucho. Vengo de familia migrantes que tienen una serie de mezclas étnicas, matrimonios interreligiosos. Tengo una gran cantidad de hilos y mucha curiosidad por hacer el camino inverso para retomar esos hilos y saber cómo vivieron mis antepasados de un lado a otro, mudándose de lengua, idioma, territorios, climas, circunstancias históricas, etc. Tomar la experiencia del viaje real y no la del turista: hacer un cambio y transformación.
LF: ¿Existe una metodología para narrar un viaje? ¿Cómo lo haces? ¿Cuál es tu proceso?
A: Muy hermenéutico y de muchas etapas. Lo primero: tomar apuntes. La escritura a mano es algo muy distinto. Me gusta mucho el objeto del cuaderno, la libreta de viaje, estos escritos sueltos. Las primeras impresiones.
Luego de esas primeras impresiones y tras regresar a mi casa y rutina, empiezo a investigar mucho. Leo sobre el lugar a través de novelas o veo películas y artistas. Me interesa mucho el proceso de investigación con archivos históricos y artísticos. De ahí, empiezo a escribir en varias capas: la primera impresión, investigo, voy de nuevo, tomo de nuevo apuntes a mano, regreso, los paso a limpio, tiene como varias capas y distintos momentos que se van sumando capas geológicas.
LF: Cuando hablamos de viaje, también hablamos de migración. ¿Qué crees o has visto sobre el proceso migratorio que está atravesando el mundo?
A: Tengo muchísima curiosidad. Creo que vamos a leer eso pronto pero no tan pronto. Yo creo que van a escribir sobre esto las segundas generaciones. Eso siempre ocurre. Las primeras generaciones tienen que apagar incendios. Cuando vemos la migración de África al Mediterraneo, la gente que cruza en bote, atroz. O los caminantes que se están escapando de la violencia de Centroamérica y que intentan entrar a Estados Unidos. Yo creo que esos adultos están apagando una emergencia que no creo que tengan la capacidad de reflexión ni la distancia histórica. La segunda generación, los hijos de, o los que se mudaron pequeños van a adquirir mucha destreza, esa otra lengua, ese otro idioma y van a entender más el contrapunto entre el mundo que viene asociado a sus padres.
No me extrañaría por ejemplo que en Chile sean los hijos de los haitianos que ya están yendo a las escuelas chilenas sean quienes van a escribir. Vamos a tener una revolución en las letras chilenas que estoy muy expectante de conocer.
LF: Ahora que mencionaste a Chile, qué opinas de lo que está sucediendo actualmente en las fronteras que están rodeadas de personas que buscan refugiarse en nuestro país ¿qué sientes al respecto? desde lo literario y emocional
A: Cada vez que veo esas imágenes de sufrimiento me evoca tanto la historia de mi familia. Yo nací en Santiago, fui al colegio y tenía una casa pero cuando uno ve a esa gente pasando por Colchane o cuando tu ves las noticias y se producen estos incendios, o también reportajes de estas familias que comparten casa, es terrible. En parte, eso fue lo que vivió mi familia. Una podría decir “eran europeos, venían con más privilegios pero no fue así, se vinieron escapando. Mi mamá siempre me cuenta eso. Ellos compartían casa. No me lo cuenta de forma dramática sino que hicieron una cosa solidaria: entre tres familias búlgaras de origen judio compartían casa en barrio Matta porque no podían arrendar una casa solos. Fueron una especie de familia.
Asimismo, cuando veo a esta gente escapando en barcos me acuerdo de la historia de mi padre que venía de la ex Yugoslavia y como pararon en Barcelona y ahí no los aceptaron y se fueron a Argentina, tampoco los aceptaron hasta que llegaron a Chile. Sé que aquí es importante el factor suerte. Chile es y fue mucho más abierto a la migración europea. Ya sea por los colores, el color de piel, ojos, pelo y con los capitales culturales.
LF: Es muy fuerte lo de la migración en Chile , esa línea divisoria en el trato cuando son migrantes europeos o latinos.
A: Claramente, si son haitianos y con piel morena, afroamericanos. Sipo’, es mucho más difícil. Ya sabemos todas las barbaridades y prejuicios que existen. Siempre hubo fobia. Por ejemplo, a la comunidad árabe que es enorme en Chile, ahora los vemos integrados pero al principio se hablaba de la turcofobia. No los soportaban, querían que vivieran aparte, que traían enfermedades. Tampoco hay que creer que porque eran de ese lado del mundo fueron recibidos con los brazos abiertos, tomó mucho tiempo. Me imagino que también va a tomar mucho tiempo la migración latinoamericana.
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LF: En esta última parte de la entrevista, la idea es que respondas en una palabra o de forma muy breve, las siguientes preguntas. Por ejemplo, ¿qué libro te marcó?
A: El Gran Cuaderno de Agata Kristof.
LF: ¿Una canción favorita?
A: Strawberry fields forever de los Beatles
LF: ¿Una obra artística?
A: Obra de teatro: Esperando a Godot de Samuel Beckett.
LF: ¿Asignatura favorita en el colegio?
A: Historia, castellano y artes, no puedo elegir.
LF: Jaja muy humanista ¿Y en la universidad?
A: Antropología y Psicoanálisis en pregrado.
LF: ¿Tu lugar favorito en el mundo?
A: Cualquier lugar con mar, amo el mar. Me gusta mucho el Mediterráneo, hay algo con el buen vivir, me gusta la vida así. Clima templado. La comida marítima. El vino.
LF: Tu hora favorita del día?
A: En verano, las 7 pm.
LF: Una palabra para definir frontera
A: Amalgama.